miércoles, 22 de marzo de 2017

Mipibaal: un tenso diálogo con Yhavé



M. J. Ávila R.



Hace algunos años, Carlos Ríos (San Martín, 1964) nos sorprendió, a mí y otros dos amigos, al mostrarnos unos poemas de su autoría que bien guardados se los tenía. Carlos estudió Literatura en San Marcos en los años ochenta, pero nunca se había mostrado como poeta. Sus intereses, más bien, se veían por el lado de la narrativa y el ensayo. Se tituló con una tesis sobre Gamaliel Churata, y en los años noventa publicó artículos en el suplemento cultural del diario El Peruano. Además, de vez en cuando nos mostraba avances de unos cuentos que estaba escribiendo; pero nunca nos había mostrado ningún poema. Ni siquiera sabíamos que los escribía, hasta aquella noche, cuando sorprendidos leímos los originales de  Mipibaal (Lima, Editorial Bracamoros, 2016). Por supuesto, la sorpresa fue grata, ya que nos encontramos ante una poesía de notable calidad.

Los poemas están escritos a partir de la figura de un personaje bíblico poco conocido, llamado Mipibaal, que aparece en el libro de Samuel; pero el Mipibaal de Carlos adquiere independencia y tiene su propia historia.

El poemario es un tenso "diálogo" entre el yo poético y  Yhavé, en el que Mipibaal le pide sanidad y una mirada de inclusión, pero el Dios todopoderoso no obra el milagro, de modo que el diálogo parece finalmente convertirse en un monólogo. La manera como se resuelve el conflicto entre la fe y la falta de respuesta, es una muestra de hondo expresionismo, pero lleno de sugerencias que invitan a un detenido análisis para determinar cuál es realmente el desenlace. Y aquí está el mérito del conjunto, porque los textos no son simples exclamaciones quejumbrosas de discurrir evidente, sino poemas sugestivos, con complejos recursos de la poesía moderna.



Aquí algunos de los poemas referidos:


MIPIBAAL

¿Por qué una añadidura de dolor para mí?, digo.
Y mi voz se eleva a las nubes,
que son el polvo de tus pasos”, mi Señor.
¿Por qué si la más pequeña crisálida
puede zurcir los caminos,
yo no puedo hollar
el solio de tu creatura?


MIPIBAAL: LA ENFERMEDAD, LA SALUD


Mis postrimerías son peores
que mis principios.
En el centro,
pernoctando al raso,
Sepsia me observa.
No se parte lejos,
y dispensar los engreimientos
de su corazón
supone poner el hacha en la raíz del mal.
¡Oh, Yahvé Nihsin,
tú que hiciste gracia
a la vista de muchos ciegos
vuelve carnes a estos miembros entibiados!


MIPIBAAL: LOS PERROS, LOS NIÑOS

Estoy hecho de paños tundidos.
En la cuarta vigilia de la noche
he contado mis cicatrices.
¡Valgan verdades!,
la muchedumbre me observa
y el ojo de la inocencia
indaga de mis lomos.
Ceñidos están de dos maderos:
frotan,
rozan,
hieren.
Nada falta en mí, todo lo puedo,
digo con ironía;
sin embargo, cambiar esa mirada
por los ladridos de los perros de Jeremías,
sería como esperar
que el
silencio
de la aurora
alise los abismos del corazón de David.


TRIPODIO


En una sala:
alta,
grande,
pronta…
todos bailan.
Las miradas piadosas
me encuentran.
Si la muela asnal
de mis miembros les perturba,
les digo en silencio:
No tengan cuidado,
según el orden de su turno,
el Resplandor
cavila los ritmos
y sin que lo sepan
late en mis tobillos
el vendimiado curso del sol.


MICA



                                              Para Axel y Arián

En el inicio
el mar;
en el abismo,
el torrente cedrón.
Si pudiera fijar 
en una rama
de hisopo
los arneces 
de mis piernas
tal vez exudarían
una dulce locura:
“Es el arcoíris el que
pierde a la infancia
y el rayo el que aniquila
al mejor”.
Mica,
guárdate
de los desatados moños
y de Dionisos
que prisca el enebro
con su mandíbula endehesada.


PRIMERA MUERTE DE MIPIBAAL
                                    
                                                                         A Hugo Lévano



Bernabé divisa
desde el repecho duro y sanguoso
el amasijo de carne mortificada. 
A un lado
el escudo de Mipibaal,
una máscara
de sol
triangula su rostro,
y desde un hilo caudaloso
de sangre
apenas se le oye decir:
“Quiero encontrarte,
Dios escondido;
mis dudas son tibiezas
son alisos de mis vértebras.
Dime tú
¿por qué es tan fácil
volver la fe al mundo?”.



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