LA MISIÓN
En
el umbral de la puerta se detuvo unos segundos. Miró a la izquierda y luego a
la derecha. Después, con pasos largos y apurados caminó hacia la esquina, viró
a la izquierda y siguió andando una cuadra, para volver a voltear esta vez a la
derecha. Se detuvo a mitad de camino frente a una casa comercial solo para
observar a través del reflejo en el escaparate si alguien lo seguía. Continuó
hasta llegar a un paradero y se subió a un bus, se bajó tres cuadras más allá, y
se subió a otro con dirección al
distrito de San Luis. Recién sentado en el último asiento de este segundo
transporte se sintió aliviado y pudo relajar el cuerpo, aunque dudando si las
tácticas de distracción y de cómo perder al enemigo de los manuales habían
cumplido su cometido. Entonces se le cayó toda la fatiga encima y el sueño lo
quiso envolver, pero lo evitó. Sacudió su cabeza y pegó su rostro a la ventana
de la movilidad para distraerse mirando a las chicas hasta llegar a su destino.
Un
par de horas después se encontraba echado sobre su desvencijado colchón en su
cuarto tiznado por la noche. Así postrado empezó a repasar lo hecho durante el
día. En realidad, habían transcurrido más de cinco meses en esa preparación
extenuante, pero imprescindible para culminar con éxito la misión encomendada.
Situación que lo hacía sentir importante, valioso, como nunca en su vida.
Sensación rara en su caso porque su mente no siempre mantenía constante su
ánimo. Por momentos, la desazón y el escepticismo, que achacaba a su congénito
espíritu y voluntad enfermizos lo envolvían en el tedio. E, incluso, se
presentaban periodos más extremos, en los que quería abandonar todo y perderse
en la bruma del olvido y en su nihilismo negativo impenitente. Precisamente, estando
en estos avatares mentales es que empezó a deshilvanar la madeja en la que
estaba sumido y en una retrospectiva ubicó el momento preciso en el que se
embarcó en la historia que estaba por concluir.
Empezó
el día que un par de jóvenes dirigentes universitarios lo abordaron a la salida
de la facultad para conversar. Ya los conocía y sabía de sus actividades, pero
siempre se mantuvo al margen. Varias veces intentaron acercársele, pero supo
esquivarlos. Al principio era porque había ingresado a la universidad con la
intención de estudiar y lograr una carrera, idea que quiso mantener
férreamente, pero pronto se dio cuenta que los estudios no eran su destino, por
lo que terminó deambulando entre los salones sin rumbo fijo. No asistía a
clases de manera cotidiana porque se aburría y tampoco entendía a los
profesores que consideraba demasiado académicos. Optó por colarse en cuanto
grupo se formaba tratando de ser parte de algo y siempre terminaba en nada. En
estas circunstancias se encontraba cuando fue invitado a conversar con los
jóvenes líderes estudiantiles. En el fondo no era tan renuente a la ideología
que profesaban, pues sabía que nada podría cambiar las cosas si no era luchando,
lo otro era sobrevivir siempre en la desesperanza y la marginación. Conjugaba también
la otra posibilidad: la pacífica. Debía haber otra forma de modificar la postración
social haciendo uso de mecanismos menos cruentos, ya que era enemigo de la
violencia. En realidad, la cobardía lo dominaba. Transcurrieron algunas semanas
y muchas formas de persuasión de parte de los líderes estudiantiles para que
empezara a asistir a las primeras charlas y reuniones clandestinas; al
principio algo indiferente, pero luego empezó a tomar más atención y terminó casi
convenciéndose de la esencia fundamental de la ideología que iba acatando de
manera gradual. Por eso, cuando a los líderes les pareció que estaba suficientemente
concientizado le dieron a conocer su primera misión, que se llevaría a cabo
unos meses más tarde sin fecha precisa, pero para la cual debía prepararse
conscientemente y esperar las últimas indicaciones. Entonces ya no fueron solo horas
y horas de lecturas doctrinarias, sino también extenuantes ejercicios físicos,
estrategias, tácticas de ataque, repliegue, defensa, el uso de todo tipo de
armas, desde las punzocortantes hasta las de fuego de gran calibre. Pronto se
dio cuenta que tenía una recién descubierta predisposición a este tipo de ajetreos
de guerra y muchas veces una intuición natural lo hacía salir de manera rápida
e inteligente de las difíciles pruebas a las que era sometido, convenciéndose
él y sus instructores de sus habilidades, por lo que fue nombrado líder de
grupo. Aunque estas actividades clandestinas a veces lo entristecían ya que lo obligaron
a alejarse por largas semanas del seno familiar, que solo lo integraba su madre
Antonia y una hermana, Patty, con síndrome de Dawn mayor que él, a quienes
extrañaba sobremanera. Los tres vivían en un pequeño cuarto en la avenida San
Luis que estaba cada día más descuidado, ya que él como encargado del mismo no
podía darle mantenimiento debido a sus ausencias. Incluso, tuvo que dejar de
trabajar en la zapatería de su padre, quien los había dejado por otro
compromiso con el que tenía cuatro hijos más, pero que no le negaba el derecho
a ganarse unos cuantos soles en su pequeño negocio, con tal de que apoye a su
mamá y así no tener que mantenerlos. Estos fueron motivos más que suficientes
para abrigar con imperiosa necesidad el
deseo de que las cosas cambien y el triunfo del movimiento lo catapultara a una
posición de privilegio en el nuevo orden jerárquico que se iba a instaurar. Su
esperanza era que reconocieran su esfuerzo, su participación activa, su
sacrificio y le otorgaran un sitial de privilegio, pues no conocía otra forma
tampoco de surgir. Era el único modo de que su madre dejara ese trabajo
madrugador y que él también saliera de las sombras de la marginación y obtener
de este modo un merecido respeto. Por eso, cuando en un sobre le entregaban
toda la información requerida y detallada sobre su misión, indicándole el día viernes
como fecha elegida, él se alegró porque era el inicio del cumplimiento de sus
deseos aunque después lo estremeció el pánico porque ya no serían maniobras
simuladas sino reales. Así, echado sobre su desvencijada cama, rememorando lo sucedido
en los últimos meses, se percató que había amanecido y que le faltaban dos días
para el acontecimiento.
Todo
el día miércoles estuvo en la habitación, pensando en lo que debía hacer y
tratando de memorizar los datos, los croquis, las rutas de despliegue y
repliegue. Repetía una y otra vez en voz alta las acciones a tomar. Practicaba tratando
de impostar la voz para demostrar aplomo y firmeza al dar las órdenes
correspondientes. Por momentos la imagen de su madre y hermana sonrientes se le
presentaba. Entonces continuaba con más ahínco preparando su mente y cuerpo
para que reaccionaran instintivamente a las acciones del operativo. Se repetía los
principios fundamentales del movimiento y de su aporte al mismo como militante
activo. No debía desmayar. No debía flaquear. Menos claudicar. Esperaban que
actuara con la mayor firmeza y responsabilidad posible y así lo haría. No debía
fallar y entregaría su cuota si era necesario. Así pasó el día.
El
jueves, todavía somnoliento por no haber dormido bien, hizo acto de presencia
el desánimo. Se ahogó en escepticismo. Las dudas lo embargaron y el entusiasmo
fue acallado con manotazos de temor. Una serie de interrogantes lo abotagaron. Que
quizás no iba a salir bien lo planeado. Que no debía hacerlo. Que iba a cometer
un crimen, un delito. Cómo lo iba a tomar su madre. Qué sería de su hermana sin
él. Quizás ellas sufrirían las consecuencias. Estaba a punto de llamar para
decirles que lo haga otro en un acto de desesperación. Quería decirles que no
estaba preparado aún. Que en realidad nunca quiso ser militante ni miembro de
ningún grupo ni nada. Que era demasiado para él. El terror lo bañó en delirio.
Excitado caminaba de un lado a otro de su reducido cuarto buscando una manera
de desembarazarse de ese pesado encargo, hasta que exhausto se quedó dormido
pensando en las miles de maneras de negarse.
El
viernes se despertó sobresaltado y transpirado. La luz que entraba clara y
penetrante por la ventana sin vidrios de su cuarto le inspiró un retazo de
sosiego. Miró a su alrededor y a unos cuantos metros vio las ollas y los restos
de verduras y huesos que su mamá utilizó para preparar las viandas de comida
que en la madrugada salió a vender. Dio una mirada circular a la habitación y se
levantó raudo buscando su reloj para saber el tiempo. Le faltaban cinco horas
para culminar todo el esfuerzo y demostrar con éxito que la confianza en él
depositada fue cierta. Se lavó la cara y se sintió aliviado por el agua fría
del grifo. Se miró al espejo y antes que otro pensamiento se acurrucara en su
mente, hoy es, lo haremos todo bien, se dijo en voz alta como dándose ánimo.
Empezó a alistarse calculando el tiempo. Sacó su mochila que la tenía bajo su
cama. Revisó uno a uno varias veces el contenido de la misma. Correcto. Leyó la
dirección donde se tenía que encontrar con el resto de la célula bajo su mando
y salió. Luego de las acciones respectivas para evitar el seguimiento, continuó
convencido de culminar por fin algo importante en su vida.
Pronto
apareció una combi que lo llevaría al punto de encuentro, a la que tuvo que
subir casi a la volada porque el vehículo aceleró y casi pierde el equilibrio.
Ya abordo a duras penas se pudo sentar por las maniobras bruscas del
transporte. Mientras avanzaba a su destino se puso a observar las calles, las
personas, los vendedores. ¿Ellos serían los mil ojos?, se preguntaba. Se
detenía en el diseño de las casas, los autos de distintos modelos y precios. Trataba
de penetrar en las mentes de cada uno de los peatones para imaginarse cuál
sería su conducta si tuvieran más oportunidades en la vida. Por ratos el rostro
de su madre y su hermana se le aparecían sonriéndole, como cuando se despedían
para irse a vender. La combi iba veloz, rápida, algunas señoras pedían al
chofer disminuir la velocidad. A él le agradaba recibir el aire fuerte que lo
despeinaba, pero lo hacía sentir libre, seguro y sonrió casi feliz. De pronto
un grito lo despabiló y sintió un fuerte golpe que oscureció todo.
Fue
uno de los últimos cuerpos rescatados de entre los fierros retorcidos.
MGY 24/02/2014 01.19 am
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