lunes, 27 de febrero de 2012

LOS SIKURIS



Mi padre era de Huánuco, de modo que la música andina no era ajena a mis sentimientos. Pero nunca había oído ni visto a los sikuris. Los vi y escuché por primera vez en 1982 cuando ingresé a San Marcos. Quedé impresionado por el ritmo, la melodía y la fuerza de esa música. También impresionaba la ejecución de los músicos, quienes, con sus chullos y ponchos, avanzaban por los pasillos formando filas y soplando sus zampoñas, esos instrumentos que parecían guardar el viento por miles de años, hasta que el músico lo soltaba con su mágico soplido. Entonces, el viento se sentía libre y salía con una fuerza que insuflaba el espíritu con un hálito de gigante. 

Un  bombo poderoso marcaba el ritmo, también un tambor donde redoblaban las baquetas, y dos platillos que se estrellaban y sacaban chispas al silencio. Los sikuris llegaban al patio de Letras o subían por la rampa hasta el de Educación. Entonces hacían un círculo y giraban como un planeta en rotación, una y otra vez, una y otra vez, hasta que los muchachos y las muchachas no resistían más, se tomaban de las manos y se integraban a esa rueda sideral. En ese momento ya nadie era solamente uno: cada uno era todos, y todos eran cada uno, y todos eran todo, como una roca más del ritmo y la melodía del universo. 

Esa música siempre estaba ahí, aun cuando ya no estuvieran los músicos. Resonaba en nuestras mentes en todo momento. O nos encontrábamos en clase y la escuchábamos a lo lejos. Al oírla, nos sentíamos en otra dimensión. No sé cómo explicarlo, pero el efecto de esa música en el espíritu le daba algo así como una sensación de trascendencia, de totalidad. 

Encontré este video de un reencuentro de los integrantes del conjunto de Zampoñas de San Marcos en uno de sus aniversarios. Seguramente, les traerá recuerdos de aquellos años cuando esta música nos acompañaba prácticamente de manera cotidiana.

M. J. Ávila R.






2 comentarios:

  1. Los sikuris, desde que ingresamos a San Marcos, fueron como esa tinta indeleble que se quedó impregnada para siempre en nuestras almas. NO había San Marcos sin sikuris. Peor aún nuestro patio de letras perdía su esencia sin sus melodías. Y de seguro el eco de los bombos, aun permanece debajo de las piedras del bosquecito de letras. Gracias Jhony por ese recuerdo imborrable.

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  2. Lilia Figueroa Manyari12 de marzo de 2012 a las 15:52

    Ver nuestro Patio de letras al compáz de los Sikuris, es llenarse nostalgia infinita, los 80 fueron de los sikuris y el patio de letras de toda la vida. Como olvidar las conversaciones frente a la biblioteca, los sueños de KACHKANIRAQMI, que remecieron las aulas de nuestra querida escuela.Como olvidar nuestros cafes proles matizados de conversaciones sesudas, como olvidar los viejos libros, las carpetas donde escribiamos sueños, el bosquecito de letras... En fin, gracias por habernos devuelto la posibilidad de encontrarnos nuevamente.

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