Este dos poemas son parte del poemario inédito "Camas (la historia de un niño en el hospital)", cuyas palabras de introducción dicen:
"En las noches
mi dolida infancia me impone su presencia sin ninguna posibilidad de elección; por
esta razón, no puedo dejar de hablar del niño que fui y al que llevo muchas
veces como un inopinado monstruo que me convierte, sin querer, en el decidor
de desdichas que soy.
Y si mi
discapacidad es ya una metáfora, ¿para qué entonces añadirle complejidad a lo
que escribo? Por ello, este poemario ha sido concebido “desnudo de retórica y
carente de ornato”, como decían los cronistas de indias, de quienes me siento
un desleal legatario.
Si hay alguna complejidad, es en el orden de
las ideas, por influjo de otro enfermo, este sí genial: Blaise Pascal".
Julio y
el hospital
Julio es gris y pequeño;
feliz llega a mi cama
para contarme de la olla.
Dice:
“En uno de los cuartos del hospital
hay una olla
¡grande!
¡bien
grande!
En ella los doctores pican
papas, camotes, cebollas, etc.,
y luego…
¡te
cocinan!".
Y sin más,
regresa a su cama,
muy tranquilo,
diríase contento.
Julio no es malo;
es insulso y cruel,
como la vida misma.
¿Qué podía saber mi amigo,
del amor al cuerpo, la enfermedad o la invalidez?
De los sentimientos sutiles
se aprende con los años,
y gracias a Julio,
amo mi cuerpo
sin ternezas ni blancuras,
consciente de mi desproporción.
Segundo invierno
Sábanas rústicas
de hospital,
blancura de espanto
y frialdad.
El yeso casi oculta todo mi ser,
rígido,
que, en el primer verano,
huele a sangre,
y en el segundo invierno,
a piel muerta.
Logro mover
mi meñique,
y mi sonrisa
sólo la entiende
esa paloma oscura
que ronda en la ventana,
a la espera de
un venturoso mendrugo.
